DEVOCIONAL DEL SAGRADO CORAZON DE JESUS
- Matrimonio con Dios
- 2 jun 2022
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"Una devoción que nos asemeja a Cristo"
Una devoción es un estímulo que, dirigiéndose a la inteligencia y al corazón, permite al hombre dar a Dios el culto que le es debido, no sólo con la exactitud y puntualidad que requiere la más elemental justicia, sino también con aquella libertad alegre y aquella gozosa prontitud que exige el amor.
Breve introducción a este devocionario
El 27 de diciembre de 1673, día de san Juan Apóstol, Margarita María de Alacoque, quien tenía sólo 14 meses de profesa y 26 años de edad, estaba como de costumbre arrodillada ante el Señor en el Santísimo Sacramento, expuesto en la capilla del convento de La Visitación. Era el momento de la primera gran revelación del Señor a la futura santa. “Mi Divino Corazón –le dijo el Señor a Margarita María– está tan apasionado de Amor a los hombres, en particular hacia ti, que, no pudiendo contener en él las llamas de su ardiente caridad, es menester que las derrame valiéndose de ti y se manifieste a ellos para enriquecerlos con los preciosos dones que te estoy descubriendo, los cuales contienen las gracias santificantes y saludables necesarias para separarles del abismo de perdición. Te he elegido como un abismo de indignidad y de ignorancia, a fin de que seas todo obra mía”. Desde ese instante y hasta nuestros días –en que va creciendo– la devoción al Sagrado Corazón de Jesús no ha dejado de ganar adeptos, gente común y sencillísima, gente encumbrada y de graves responsabilidades, todos quieren seguir la indicación de la jaculatoria que reza así: “Jesús, manso y humilde de Corazón, haz mi corazón semejante al tuyo”. Se trata de una semejanza. No de una igualdad. El filósofo católico Dietrich von Hildebrand señala que a esta oración “se aplica todo lo que sabemos sobre el sentido de la imitación de Cristo”. Y más adelante indica que “la transformación en Cristo que implica esta imitación consiste en hacernos santos”. Es el ethos cristiano; la forma de ser que Dios quiere de nosotros y que santa Margarita María lo dejó dicho de esta manera: “Como el amor hace uno a los amantes, si quieres ser amado de Jesús has de ser manso como Él, y humilde como Él.” No fue hasta el 11 de junio de 1899, dentro del mes dedicado al Sagrado Corazón, cuando un Papa, en este caso el Papa León XIII, consagró la humanidad al Sagrado Corazón de Jesús. Unos días antes, el 25 de mayo del mismo año, había publicado la encíclica Annum Sacrum (refiriéndose al Año Santo de 1900). En ella escribió: “El Corazón divino es símbolo e imagen viva del infinito amor de Jesucristo, que nos impulsa a pagarle también con amor”. La idea de consagrar el mundo y toda la humanidad al Corazón de Jesús surgió 25 años antes, con motivo de las conmemoraciones en el segundo centenario de la canonización de santa Margarita María de Alacoque. En aquel entonces, siendo Papa Pío IX, miles de personas de toda clase y condición, incluidos obispos, solicitaban al Papa, incesantemente, realizar una consagración de la humanidad al Sagrado Corazón. León XIII lo hizo. Y llegó a considerar éste como el acto más importante de su largo pontificado. Su argumentación es sublime: “Puesto que el Sagrado Corazón es el símbolo y la imagen sensible de la caridad infinita de Jesucristo, caridad que nos impulsa a amarnos los unos a los otros, es natural que nos consagremos a este corazón tan santo. Obrar así es darse y unirse a Jesucristo, pues los homenajes, señales de sumisión y de piedad que uno ofrece al divino Corazón, son referidos realmente y en propiedad a Cristo en persona”. Cien años después, san Juan Pablo II, recordando la Consagración de León XIII, y renovándola, escribió: “La contemplación del Corazón de Jesús en la Eucaristía estimulará al creyente a buscar en ese Corazón el misterio inagotable del sacerdocio de Cristo y de la Iglesia. Le permitirá saborear, en comunión con sus hermanos y hermanas, la dulzura espiritual de la fuente de la caridad. El ayudar a todos a redescubrir su propio Bautismo le hará más consciente de tener que vivir su dimensión apostólica al difundir amor y participar en la misión de evangelizar”. De eso trata este devocionario: de que cada uno, a través de la meditación, la oración, la reflexión y la alabanza, nos unamos a la gran tarea de la Iglesia, a la enorme tarea que nos dejó como obligación nuestro Señor: ir y predicar desde los tejados. ¿Predicar qué? El amor del que es puramente Amor. El amor de quien subió a la cruz para fundar nuestra esperanza. Por eso santa Margarita María nos dejó esta idea inspirada en el amor del Corazón de Jesús: “La cruz es en este mundo el patrimonio de los escogidos”.
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