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Dia 4: Anhelar el Cielo.

  • Foto del escritor: Matrimonio con Dios
    Matrimonio con Dios
  • 25 nov 2021
  • 3 Min. de lectura


DÍA 4: ANHELAR EL CIELO En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén Breve silencio para ponerse en presencia de Dios, rogando a María Santísima sea nuestra compañera y guía en este camino hacia el encuentro con su Hijo Jesucristo. ORACIÓN CAMINO A BELÉN Querido niño Jesús: Te quiero hacer presente aquí, en este rato de oración. Muchas veces pienso en ti, me acuerdo de ti, pero no te pienso. Pensarte es quererte y quererte es buscarte. Sí, quiero buscarte, caminar hacia ti, pero sabiendo que Tú me buscas siempre primero. Quiero recorrer este camino de la mano de María, tu madre, sostenido por el auxilio del Espíritu Santo, para que tu Amor se revele en plenitud dentro de mi corazón en esta Navidad. CITA Te pedimos Señor, que nos aprovechen los misterios en que hemos participado, mediante los cuales, mientras caminamos en medio de las cosas pasajeras, nos inclinas ya desde ahora a anhelar las realidades celestiales y a poner nuestro corazón en las que han de durar para siempre. (Oración después de la Comunión. I Domingo de Adviento) REFLEXIÓN “Cuando el cielo baja a la tierra, la tierra se convierte en cielo”. (Sal de tu Cielo. Presentación) ¿Qué concepto tengo del cielo? ¿Qué es lo que espero para la eternidad? En cada Eucaristía Jesús se hace presente, como si en el altar estuviera el pesebre. No en vano Belén significa precisamente “casa del pan”. Después de comulgar, por unos instantes ¡tengo a Jesús en mi interior! Y si entendiera lo que eso significa, me daría cuenta que es la experiencia más cercana que puedo tener del cielo aquí en la tierra. Es como estrechar a Dios, en ese tierno niño entre mis brazos. Así ir a la Santa Misa es ir a Belén; ir a Belén es celebrar la Eucaristía. Si me permito recibir todo el amor que Jesús me quiere dar, por unos momentos todo será paz y certeza en mi interior. El cielo es esa plenitud, elevada a la infinita potencia. Pero es un hecho que no se puede anhelar lo que no se conoce. ¿Y quién mejor que la Santísima Virgen para enseñarme a recibir a Jesús? Es como pedirle, ahí en Belén, que me deje cargar al Hijo de sus entrañas. Si participo con más conciencia en Misa o comulgo con más frecuencia, el Espíritu Santo irá transformando progresivamente mi interior haciéndome desear el cielo por encima de las realidades temporales que me causan satisfacción. ORACIÓN UN CORAZÓN EN EL CORAZÓN Mi más grande anhelo alcanzar mi tan soñado cielo Mi seguridad más fuerte Jesucristo, mi puente inquebrantable Escondido y muy profundo vive mi tesoro Llama ardiente, grande e indomable Todo lo abrasa e ilumina con la pasión de un Dios cercano Inquieto voy, buscando lo definitivo Estable en la serenidad del ser amado Explorando fuentes vivas y sonoras y descansando en el silencio reposado Un corazón en el corazón Puerto seguro de tormentas Maestro de lo eterno Barca siempre viva y siempre nueva Escondido en lo profundo no hay temores Mis deseos no conocen ya ladrones Seguro dentro de su tienda poco a poco, sus latidos me serenan Suave noche de estrellas quietas Dulce voz de la Palabra que se acerca Eco vivo del amor del Padre Eres mío y ahora soy más tuyo Toma ya mi mano fatigada Dame por fin esa, tu mirada Aquí estoy sobre el altar Ayúdame a cantar Tu llegada Míos son los cielos y mía es la tierra Mía es tu Madre y mías son las almas Tuyo soy hasta que quieras Porque quieres que lo sea para siempre Del Libro Jesús a mi alma, P. Guillermo Serra, L.C. PROPÓSITO El día de hoy, si me es posible, buscaré recibir la Comunión, pidiendo a María que interceda por mí para aprovechar cada vez más esta gracia que Dios me obsequia. Si no puedo recibir la Comunión haré una oración pidiendo a Jesús que venga a mi corazón para que me regale su amor y su paz. Autor y Voz: Padre Guillermo Serra, L.C. *ORACIÓN A SAN JOSÉ* San José, tú que has custodiado el vínculo con María y con Jesús, ayúdanos a cuidar las relaciones en nuestra vida. Que nadie experimente ese sentido de abandono que viene de la soledad. Que cada uno se reconcilie con la propia historia en este Adviento, con quien le ha precedido, y reconozca también en los errores cometidos una forma a través de la cual la Providencia se ha hecho camino, y el mal no ha tenido la última palabra. Muéstrate amigo con quien tiene mayor dificultad, y como apoyaste a María y Jesús en los momentos difíciles, apóyanos también a nosotros en nuestro camino. Amén

 
 
 

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